Sinaloa-sur-Seine

Me defino sinaloense y bohemio. Si debo añadir algo más, citaría a René Char: "Creo en la magia y la autoridad de las palabras".


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La ciudad de noche

París se está vaciando de sus habitantes, a ciertas horas los vagones del metro pasan cada 15 minutos. Anoche fui a Montparnasse, salí a las 11 de la noche, llegué mucho antes de lo previsto, la última vez tuve que hacer la correspondencia varias veces pues yo no sabía que la línea 6 estaba en obras de Raspail a Place d’Italie. El lunes fui allá a las 2:45 de la mañana, tenía que ir a recoger a X. pero yo no había tenido en cuenta que ella no había ido a trabajar en bicicleta.

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Cargado originalmente por Felipe Bachomo


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¿Por qué «Sinaloa-sur-Seine»?

En 2001 creé un blog, durante varios meses estuve dudando si ponerle un nombre u otro. Una de las primeras ideas que me vino a la cabeza fue la de llamarlo Sinaloa en Sarkozyland. El apodo Sinaloa me acompaño durante un mis últimos meses en México, y con ese apodo me presenté a los compas y camaradas que he ido encontrando desde que vivo en París. Seguro estaba que quería que el nombre de mi tierra estuviera en el título del blog.

Mi nahual quiere que escriba, que me abra el alma, que me saque las tripas y con ellas colgando en mis manos, sin morirme, les cuente de mis ayeres y mi avenir como un zahorí halla un venero, predice el futuro y advierte de huracanes cercanos. No sé yo si tenga ese poder de ver cosas; tengo, si, el de recordarlas y volver a la playa del naufragio, al andén de desembarco.
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Roadkill

Aquí estamos. Pude más yo que el parabrisas de un carro, que por cierto quedó hecho giras. No sé mucho de su marca, pero quiero pensar que es francesa: lo mismo puede ser Citroën que Renault o Peugeot. Tampoco recuerdo nada de los hechos. Qué les voy a decir. Pasaban de las 8 y tantos de la mañana, el cielo no se decidía entre la llovizna  y neblina espesa. Yo no estaba para dudar entre salir o quedarme: solo tenía que cruzar la avenida, ver qué hora era exactamente para saber si podía tomarme un café en la Tour d’Asnières en lo que pasaba el tren en dirección de París. Recuerdo muy bien que pasada la puerta me helaba las manos, me encendí un tabaco pa’l frío y me encaminé hacia la avenida. Lo de después me lo contaron. Sigue leyendo