Sinaloa-sur-Seine

Me defino sinaloense y bohemio. Si debo añadir algo más, citaría a René Char: "Creo en la magia y la autoridad de las palabras".

Roadkill

2 comentarios

Aquí estamos. Pude más yo que el parabrisas de un carro, que por cierto quedó hecho giras. No sé mucho de su marca, pero quiero pensar que es francesa: lo mismo puede ser Citroën que Renault o Peugeot. Tampoco recuerdo nada de los hechos. Qué les voy a decir. Pasaban de las 8 y tantos de la mañana, el cielo no se decidía entre la llovizna  y neblina espesa. Yo no estaba para dudar entre salir o quedarme: solo tenía que cruzar la avenida, ver qué hora era exactamente para saber si podía tomarme un café en la Tour d’Asnières en lo que pasaba el tren en dirección de París. Recuerdo muy bien que pasada la puerta me helaba las manos, me encendí un tabaco pa’l frío y me encaminé hacia la avenida. Lo de después me lo contaron.

Habrá unos 12 metros de la puerta al semáforo peatonal, a mano izquierda un botón para accionarlo para atravesar la voie rapide. No pasas y ya está; mucho menos a esa hora de la mañana en que todo mundo va al trabajo. Fijo, hay que oprimir el botón.

El parte del accidente que la policía me hizo llegar no se anda mucho en detalles y coyunturas: El vehículo circulaba de sur a norte— es decir de mi izquierda a mi derecha—, parabrisas destruido, cofre hundido, y defensa jodida. Al principio me dio miedo nomás de imaginar el estado en que terminó la ranfla. De las costras en los nudillos de mis dos manos y de un chichoncito en la sien derecha no queda ya nada. El vehículo circulaba de sur a norte, pero las lesiones más graves fueron en la cara interna de mi rodilla derecha. Me lo repito: parabrisas destruido, cofre hundido, y defensa jodida; ni el más mínimo rasguño en la cara, todas las costillas en su lugar, las vértebras: bien, gracias. No quiero pensar en las lesiones en las piernas, corresponden bien al estado en el que te deja un ariete de 1300 kilos a no sé cuantos kilómetros por hora.

Mi jefe me contó que llamé para decir que ese día no iba a poder ir al trabajo porque me había atropellado un coche. Hasta ahora no le he preguntado como se lo tomó, si pensó que era un mero pretexto para ausentarme. El conductor estuvo hablando un rato con él, gastándose mi tiempo-aire, el cabrón. Tuve la suerte de que el hombre no huyera, que llamara una ambulancia y que hasta se quedara dos días con sus noches en el hospital. Cuando lo pienso, ni siquiera estoy seguro de que hayan sido solo dos días de coma.

Cuando desperté ahí estaban Juan y B. Uno bromeando con las enfermeras— le encantan las mulatonas y las africanas—, preguntando si a él también le podían inyectar un poquito de morfina; B, viéndome a los ojos, sonriendo creo, diciéndome cosas serias, alentándome supongo. Ese recuerdo ya me es tan lejano que no puedo decir si la fecha era 22, 23 ó 24 de enero; con morfina en la vena todo era neblina, como el 20 de enero como a las 8:30 de la mañana.

Autor: F. Bachomo

Random rambligs. Sinaloense en Francia

2 pensamientos en “Roadkill

  1. Qué bárbaro Bachomo!!! te han pasado muchas cosas… qué bien que estás bien!! Además si hiciste lo que dices al vehículo quiere decir que comiste bien de niño!!! jejejee bueno… aunque no te conozca personalmente te mando buenas vibras desde la tijuanita!! y de tu aniversario del exilio pues, qué te puedo decir!! arrieros somos… un abrazo!!

    • Un mayo de 85 kilos y 1 m 85 cm de estatura, hijo de rancheros fortenses, es resultado de una dieta de frijoles, hortalizas, machaca, tortillas de harina, mariscos y pescado sinaloenses. Y si, «arrieros somos» pues, «me dicen que soy arriero porque le chiflo y se para; nomás aviento el sombrero, ya verán como repara, ayayay, mamá, por Dios…»

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