Cartón de Lalo Alcaraz ©
« Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí ».
Augusto Monterroso, escritor guatemalteco.
Cartón de Lalo Alcaraz ©
« Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí ».
Augusto Monterroso, escritor guatemalteco.
«Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi». Giuseppe Tomasi de Lampedusa, Il Gattopardo
Boletas para la elección presidencial y de Jefe de Gobierno del DF ©
Según Guillermo A. O’Donell * «La democracia está hoy y lo estará siempre en una especie de crisis, pues desvía constantemente la mirada de sus ciudadanos de un presente más o menos insatisfactorio a un futuro de posibilidades incumplidas. Hay en esas crisis algo que corresponde a lo mejor y más distintivo de la democracia, ya que ellas subrayan la intrínseca mezcla de esperanza e insatisfacción de la democracia, ponen el acento sobre un vacío que nunca será llenado. La capacidad de esperanza es uno de los puntos fuertes de la democracia, que bajo circunstancias adecuadas puede y deber alimentar otras capacidades que pueden promover mejoras cualitativas de la democracia.»
En días como el de hoy es necesario más coraje que otros para levantarse e iniciar la reacción en cadena que algunos llaman vida cotidiana.
Vida cotidiana, santa frase multiusos. Indefinible o en el mejor de los casos cuando un esfuerzo de claridad y concisión puede darnos una definición de sentido común que no satisface ni corresponde a mi cotidianidad.
El leitmotiv es tener ese coraje o tener que halla una razón que nos enlace con el mundo, una razón que nos mantenga en vida; tener que empuñar ese arma para enfrentar la luz del día y las fuerzas de nuestros demonios no es una actitud natural, y si así lo fuera sería preocupante pues esa postura paranoica es un buen caldo de cultura para la violencia.
Ese discurso de coraje está en l’air du temps. Es terrible ver la indiferencia con la que se le utiliza y la misma indiferencia con la que es acogido sin que sea haga notar. Es alucinante como la voz se carga de violencia camuflada de dinamismo y retórica motivacional; incluso un hombre exhausto, lisiado física y anímicamente, como yo, termina empleando ese verbo que corre, atropella, compite según sus reglas, mata, vence y aún quiere más.
Esa violencia omnipresente en los discursos por el esfuerzo, de austeridad (la nuestra, opuesta al desenfreno de oradores y pudientes), en los discursos sobre la normalidad de la dureza de la vida; esos discursos que nos dicen que en otras partes es peor, que nos obligan literalmente al sacrificio. Esos pregones nos callan pero no nos quitan el hambre.
Me sorprendo cada día al levantarme. Hago de lado el coraje, la fuerza y el orgullo. Doy el primer paso del día esquivando la rutina, que a veces embiste tan súbitamente que me echa a tierra o hace dar pasos en falso. Me sorprende que vuelva cada mañana la luz del día. Me sorprende que el sol se alumbre y que el hombre virtiendo sangre, desposeyendo al otro, esparciendo semillas de odio y dominación no termine un día por apagarse.