Es tarde y no logro dormir. A esta hora no debería yo estar despierto.
Cuando éramos chicos, mis hermanos y yo contábamos los habitantes del pueblo para dormir. Empezábamos siempre por la casa de El Niño, el papá del güero, la casa que esta justo después del letrero con el nombre del rancho seguido de puntos suspensivos escritos a balazos. Contábamos casa por casa, cuadra por cuadra, siempre nos dormíamos antes de llegar a la de la escuela.
Los tres contábamos: mi hermano, mi hermana y yo, cada uno metido bajo su cobija, con la vista fija en la oscuridad del techo del cuarto. Primero contábamos a los padres, o a la madre, viuda. A veces armábamos un alboroto para decidir si la vaquilla de Pedro o el caballo de Nico entraba en la cuenta, o si fulano tenía que ser contado en casa de su mujer o en casa de su querida, viuda también o con el marido en el Otro Lado, el Over There, los Yunait Estaits.
Sigo sin dormir, como puede verse. Pienso en mis hermanos, siempre serán para mí ese par de latosos que o se me pegaban como sanguijuelas o se obstinaban a ver otro canal en la tele. Esos latosos que me perturbaban cuando contaba para dormir.
En el pueblo, de noche las calles están quizás menos vacías que de día, los hombres ya han vuelto de las tierras. Los hay que no hacen nada y siguen el mismo ritmo de los chambeadores. Cayendo la tarde se forman palomillas de jugadores de baraja frente al expendio de cerveza de Diego, o en la tienda del Hermano Víctor, frente a la sindicatura, dónde el ojo siempre vigilante de la policía municipal es garante del respeto de las reglas del conquián.
Cuando es de noche, en mi pueblo los plebe chicos cuentan para dormir, los adultos juegan a las cartas, platican en las esquinas y en los portales del vecino, van a comprar harina para las tortillas del lonche del día siguiente, porque hay faena, porque hay que regar las milpas, deshierbar canales, seguir componiendo el motor del pinchi tractor que los tiene varados desde hace días. Los viejos antes de acostarse echan un ojo al cielo, mirando hacia el Este, para el rumbo de Sinaloa de Leyva, para ver si hay relámpago y saber si al fin vienen las lluvias.