Sinaloa-sur-Seine

Me defino sinaloense y bohemio. Si debo añadir algo más, citaría a René Char: "Creo en la magia y la autoridad de las palabras".


Deja un comentario

Radio y café cada mañana

Dondequiera que voy me gusta tomar el café al calor del sol matinal.

De casa de mis padres los cabellos de la aurora alzan el vuelo tras el otero de Tetameche. A la entrada dos árboles que mi viejo plantó sin saber que eran de caoba, no son tan frondosos como para impedir con su sombra calentarme con las primeras luces de la mañana bebiendo mi café en mi silla reclinada contra el muro.

Cuando voy allá, acompaño a mi padre que se ha despertado temprano como es su costumbre y ya ha sacado una silla al portal no tanto para asolearse sino para ver pasar a los jornaleros y a los operadores de tractor cuya faena también comienza al amanecer.

Con el pretexto de dejar a los demás dormir mientras escucha las noticias y fuma a la sorda un cigarrillo, enciende la radio y lleva su cuenta de los trabajadores del campo, en dos palabras: mitotear.

Dos o tres estaciones pelean por la audiencia matutina, por viejos como mi padre. Una de ellas trasmite desde Guasave, otra desde Los Mochis y la tercera de Culiacán, con enlaces en vivo a las otras ciudades sinaloenses.

A mi padre le interesa el beisbol cuando es temporada pero no es aficionado de los Algodoneros de Guasave ni de los Cañeros de Los Mochis. Desde la llegada al poder de Felipe Calderón la escucha de la nota roja ha remplazado su interés por el beisbol. Cuando enciende la radio se ve en sus ojos un brillo pícaro y calla esperando que se hable del último enfrentamiento de los malos contra los peores.

Sólo en Chihuahua y Nuevo León hay más asesinatos que en Sinaloa; pero en proporción demográfica hay dos veces más ahí.

En los años que vienen mi padre y los padres de todos los sinaloenses seguirán levantándose para escuchar  cada mañana que la paz no hallado sitio en la noche.