Sinaloa-sur-Seine

Me defino sinaloense y bohemio. Si debo añadir algo más, citaría a René Char: "Creo en la magia y la autoridad de las palabras".


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Caramelo de menta

Me siento cansado pero cuando salgo a la calle, el viento helado en la cara me hace tanto bien.

Helada, invisible, ligera, esa brisa ha de tener un alma, nadie se da cuenta que es ella la que barre con mil grises el cielo, desviste los jardines, vacía las plazas y discreta espera en los portales


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El otro, el extranjero

El otro, el extranjero, es siempre aquél que está aquí por malas razones.

He dejado de buscar, desear, perseguir, soñar, querer para ya no serlo en apariencia. Cuando aún tenía antojos (ganas, sueños…) alguien me dijo que no tenía nada que aportar.

Estoy aquí porque tuve una razón. He cambiado pero mi motivo sigue ahí. Me explico, mi motivo es como la fricción que causó ese fuego efímero en un fósforo, fuego que lo ha consumido, aún después de apagado lo ha transformado. La fricción en sí no ha dejado marca.


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Haiku · Domingo de otoño

Cruza la calle
aquel viento murrio del
mes de noviembre


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Cambiar todo para que nada cambie

«Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi».  Giuseppe Tomasi de Lampedusa, Il Gattopardo

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Boletas para la elección presidencial y de Jefe de Gobierno del DF ©

Según Guillermo A. O’Donell * «La democracia está hoy y lo estará siempre en una especie de crisis, pues desvía constantemente la mirada de sus ciudadanos de un presente más o menos insatisfactorio a un futuro de posibilidades incumplidas. Hay en esas crisis algo que corresponde a lo mejor y más distintivo de la democracia, ya que ellas subrayan la intrínseca mezcla de esperanza e insatisfacción de la democracia, ponen el acento sobre un vacío que nunca será llenado. La capacidad de esperanza es uno de los puntos fuertes de la democracia, que bajo circunstancias adecuadas puede y deber alimentar otras capacidades que pueden promover mejoras cualitativas de la democracia

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Pipistrelle

La única farola del patio central de hospital parpadea toda la noche.

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Una nube de insectos flota a su alrededor para mayor satisfacción de una pipistrelle.

Ese palabra francesa no es para mí nada más que el sinónimo de la alegría oportunista de un niño que atrapa al vuelo golosinas que caen de una piñata rota.

Así se comporta ese bicho, sus chillidos intermitentes suenan como risita de ladroncillo de poca monta.

Mi cigarrillo se acaba, se apaga. París brilla a lo lejos. Apenas se escucha el tráfico, un acúfeno me ha estado perturbando desde hace semanas. Será eso lo que quizás tomo por la voz del murciélago. Cierto es que en las breves noches se respira el calor de la estación, el cielo está claro y puedo ver Vega en el cénit.

La radio anuncia chubascos por la madrugada en Île-de-France. Tendré que cerrar la ventana. Qué calma, es lo mejor de estar junto a un bosque en plena ciudad.