¿Quién hubiera dicho que yo me encontraría en coyunturas como ésta que vivo desde enero de 2010?
En once años pasé de activista estudiante, o pseudoestudiante, como llamaban los medios oficiales mexicanos a los militantes del CGH UNAM, al de adulto con estudios universitarios truncos. Pasé de norteño con marcado acento de chúntaro sinaloense a parisino con acento raro, sigo articulando mal y hablando a mil por hora.
Once años de amores, rupturas, cambios, dolor, desilusiones y decepciones. Once años en los que México no ha cambiado más de lo que los efectos del tiempo dejan en cualquier otro ser vivo. Dicen que los inmigrantes guardan una imagen fija y conservadora de su país, pero México no es mi país, sólo me siento ligado al pedazo de tierra de mis tatas, y yo lo vi de lejos hacerse otro, vi como el Estado se hizo eficaz y cada vez más invasivo, todo ello si dejar de ser corrupto y clientelista y qué decir de la sociedad mexicana, igual de clasista y chilangocéntrica, esnob, mojigata y santiguada.
Pero toda sociedad tiene sus defectos, y yo me deleito citándolos, mi gusto es ¿y quién me lo quitará?
Putain, onze ans…